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viernes, 4 de octubre de 2013

She works

I like the way she works. I love to see her working, because she can't see me when I do. She works with patience, she works in silence, her gaze staring at the spinning wheel. There is nothing else in her life, but her work is not slavery, it's an effort to clean herself, to become better, to deserve what she desires. She's worthy, she deserves the best, she gets her hands dirty but doesn't need to pray with them.


I'm sure someday she will reach happiness. She's more like a steady spider, with so many hard-working hands and eyes, who weaves her web only some inches above the ground in hope to catch a falling star in it: her unique and true desire, because her happiness is only in herself.

martes, 24 de septiembre de 2013

Los almendros

Los almendros están separados unos de otros unas decenas de pasos; pero para ellos, que están anclados al suelo, es una distancia infinita. Nunca pueden los almendros tocarse, nunca caminar ni estrecharse las manos.

Por esto los almendros decidieron crecer hacia arriba, porque no pueden hacerlo hacia los lados. Apuntan al cielo para dar lo mejor de sí.

Se criaron en tierra seca y aún así florecen con luces blancas. Dan frutos ásperos y duros como la tierra, que sólo pueden saborear los que más insisten.

Pero si esos frutos no son recogidos, cuesta que caigan, y los almendros no pueden crecer más alto, florecer más blanco y dar más frutos al año siguiente.


Creo que la vida es como los almendros: estar siempre solo, anhelando aquello que vemos tan próximo, pero inalcanzable; es dar lo mejor de sí en soledad, intentando ser feliz sin más que el sueño de crecer; es dar a los demás lo que se tiene, pero si uno no puede dar a los demás aunque lo desee con todas sus ramas, crecer deviene imposible.

domingo, 30 de junio de 2013

De película

He visto cómo cuidas tu casa. Proteges a tus hijas, rechazas a los hombres, pides los préstamos, echas a los pedigüeños. Te ulceras por un pedazo de pan, tramas y matas y lo justificas. Te mueres de inteligencia, y eres buena, y desde los tobillos hasta tan alta tu frente te devora el orgullo, tan despacio, pero implacable como tú.

Eres la protagonista de una historia atroz, eres una matanza con arsénico, eres una musa de Tarantino, eres Scarlett O'Hara y la tierra roja de Tara.

Y yo soy igual. Yo el conde de Albrit, tú la condesa. Somos más orgullosos que buenos. Somos un hombre y una mujer excepcionales, los que luchamos por el pan pero no por el amor. Somos los que no toleramos un desprecio, los que no nos rebajamos, los que morimos de pie. Hay algo de placentero en el desprecio de los que nos hacen daño, y eso nos une.

Pero eso mismo nos separa. El orgullo. La soledad es para los dos un común placer, pero su disfrute no puede ser compartido por soledad. Mi casa y los míos, tu casa y tus hijas, tu ajuar, tu tierra roja. Eso es lo que nos da nuestra fuerza. Sé que nos queremos tanto que no estamos hechos el uno para el otro.

Y casi diría, querida, que me importa un bledo.

domingo, 11 de noviembre de 2012

Un hombre no puede rendirse


Un hombre no puede rendirse. No puede porque la vida es una guerra estúpida y sangrienta en la que uno se ve envuelto sin saber por qué, con enemigos a todos lados, solo y abandonado. No decides estar ahí, no decides vivir. Por eso no puedes rendirte, nadie te ha preguntado si quieres luchar. No hay código ni treguas, no hay reglas, sólo puedes cubrirte de sangre. Ni siquiera la muerte es una opción, porque abandonar es una batalla contigo mismo que nunca vencerás. Estamos obligados a luchar sin sentido en este mundo cruel y absurdo, donde sólo brillan los que entienden que somos bestias arrinconadas, esclavas de sus instintos, y que debemos darlo todo por un tenue aliento de felicidad.