martes, 12 de noviembre de 2013

Soñar

Dormir es desprenderse de todo lo que pesa. En primer lugar, se deja atrás el cuerpo, que súbitamente deja de doler. El cuerpo pasa a levitar y, al no estar en contacto con la Tierra, ya no nos hace sufrir.

En segundo lugar, y más importante, los guardianes del sueño nos quitan algo más. Con sus manos imperceptibles sujetan fuertemente nuestras ideas y nuestras emociones, sobre todo las más fuertes, y las arrancan de cuajo. Es sólo así que podemos descansar.

Porque sí, hay unos guardianes del sueño, que son los que cuidan de nosotros mientras dormimos. Como recompensa, tienen permiso para jugar con nuestras ideas y nuestras emociones. Y las hacen bailar como pelotas de colores rellenas de arroz, las intercambian unos con otros, las hacen volar. Ésta es la razón de que las ideas de unos y otros evolucionen, porque al frotarse entre ellas surge el amor entre las ideas, la sinergia. Las ideas se ponen a charlar mientras dormimos, se enfrentan, se pelean, discuten y se reconcilian. Así es como a una persona que vive en Nueva York se le puede ocurrir lo mismo que a una persona que vive en Cabo Verde. Así es como acabamos inventando palabras como “humanidad”. Cómo los inventores inventaron inventos sin haber conocido personalmente a inventores que inventaron inventos antes. Así es como dos personas que viven muy lejos, o que nunca han llegado a conocerse, pueden seguir queriéndose.

Al jugar con las emociones y las ideas más fuertes, las que escondemos en vigilia por temor a manifestarlas, salen a flote las combinaciones más imaginativas, crueles y extrañas, por puro azar. Cualquier cosa puede suceder en los sueños; los sueños son siempre fantásticos. Soñar es el único y verdadero refugio, donde podemos compartir todo aquello que no nos atrevemos a mostrar, porque siempre podemos culpar a los guardianes por haber mezclado mal las piezas. Soñar nos permite ser humanos, nos permite expulsar las cosas más fuertes que tenemos y mostrárselas a los demás soñadores sin excusas; soñar es sinónimo de sinceridad.

Cuando los guardianes, que con mucho gusto asumen nuestra vergüenza y toleran que los acusemos de traviesos, se cansan de jugar, entonces se apresuran a devolver las ideas a sus sitios, a las cabezas y corazones, pero con menos peso que antes: ideas cansadas y sosegadas, como niños después de jugar todo el día.

Ya no son las mismas ideas de antes, porque están marcadas por el roce con otras ideas. Son ideas más tranquilas, son ideas de amor y paz, de imprecipitación, de calma y tolerancia, de observación. Es por esto que el tiempo que empieza después del sueño se llama experiencia, inteligencia, y de tantas otras formas.

Así, con menos peso, es como podemos empezar un nuevo día, algo más felices, sabiendo más y amando más. Es verdad que al principio nos cuesta volver a entrar en el mundo, y estamos un poco hartos de jugar y nos enfadamos con cualquiera que insista en seguir haciéndolo; pero es después de un rato, cuando el corazón se asienta y ha bajado de peso, cuando podemos empezar a reírnos y a ser felices.

Y es por esto mismo que las personas que están tristes se refugian en los sueños.