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domingo, 15 de junio de 2014

El plan

Ella no lo sabía, pero él tenía un plan. Cuando volviera a verla, ya no sería el mismo. Habría vivido más, habría hecho más cosas, habría aprovechado el tiempo. Se escondería de ella hasta que estuviese preparado, jamás le contaría nada de sus progresos. Quería que ella le prestase atención, que al verlo se acordase del simpático y triste chico de antes, pero que se quedara impresionada al verlo aparecer con una enorme, sutil y amable aura de sabiduría. Soñaba con invitarla a un café y regalarle una flor con su primer sueldo; explicarle humildemente sus pequeños pero constantes triunfos. Soñaba con el reencuentro, él vestido con un traje de pobres, presentarse como un pequeño señor que se había ganado todo lo que tenía. Soñaba con su sonrisa, y su plan, que tantos años y esfuerzos le costaría realizar, tenía sólo ese fin.

Pero también le preocupaba que el café nunca llegase. Sobre todo, le preocupaba que el resultado no dependiese de él. Que por mucho esfuerzo que hiciera, ella nunca quisiera verlo de nuevo. Que jamás volviera a sonreírle. Que estuviera haciendo cosas no por sí mismo, sino por un fugaz deseo. Que el amor cambiase durante el tiempo, que lo llamaran química, capricho, ingenuidad o sexo, que él sólo fuese un actor en una película de guión impasible.

Pero entonces pensaba que, al menos, recorrería camino, y que la sonrisa de ella era la idea que más le gustaba.

martes, 12 de noviembre de 2013

Soñar

Dormir es desprenderse de todo lo que pesa. En primer lugar, se deja atrás el cuerpo, que súbitamente deja de doler. El cuerpo pasa a levitar y, al no estar en contacto con la Tierra, ya no nos hace sufrir.

En segundo lugar, y más importante, los guardianes del sueño nos quitan algo más. Con sus manos imperceptibles sujetan fuertemente nuestras ideas y nuestras emociones, sobre todo las más fuertes, y las arrancan de cuajo. Es sólo así que podemos descansar.

Porque sí, hay unos guardianes del sueño, que son los que cuidan de nosotros mientras dormimos. Como recompensa, tienen permiso para jugar con nuestras ideas y nuestras emociones. Y las hacen bailar como pelotas de colores rellenas de arroz, las intercambian unos con otros, las hacen volar. Ésta es la razón de que las ideas de unos y otros evolucionen, porque al frotarse entre ellas surge el amor entre las ideas, la sinergia. Las ideas se ponen a charlar mientras dormimos, se enfrentan, se pelean, discuten y se reconcilian. Así es como a una persona que vive en Nueva York se le puede ocurrir lo mismo que a una persona que vive en Cabo Verde. Así es como acabamos inventando palabras como “humanidad”. Cómo los inventores inventaron inventos sin haber conocido personalmente a inventores que inventaron inventos antes. Así es como dos personas que viven muy lejos, o que nunca han llegado a conocerse, pueden seguir queriéndose.

Al jugar con las emociones y las ideas más fuertes, las que escondemos en vigilia por temor a manifestarlas, salen a flote las combinaciones más imaginativas, crueles y extrañas, por puro azar. Cualquier cosa puede suceder en los sueños; los sueños son siempre fantásticos. Soñar es el único y verdadero refugio, donde podemos compartir todo aquello que no nos atrevemos a mostrar, porque siempre podemos culpar a los guardianes por haber mezclado mal las piezas. Soñar nos permite ser humanos, nos permite expulsar las cosas más fuertes que tenemos y mostrárselas a los demás soñadores sin excusas; soñar es sinónimo de sinceridad.

Cuando los guardianes, que con mucho gusto asumen nuestra vergüenza y toleran que los acusemos de traviesos, se cansan de jugar, entonces se apresuran a devolver las ideas a sus sitios, a las cabezas y corazones, pero con menos peso que antes: ideas cansadas y sosegadas, como niños después de jugar todo el día.

Ya no son las mismas ideas de antes, porque están marcadas por el roce con otras ideas. Son ideas más tranquilas, son ideas de amor y paz, de imprecipitación, de calma y tolerancia, de observación. Es por esto que el tiempo que empieza después del sueño se llama experiencia, inteligencia, y de tantas otras formas.

Así, con menos peso, es como podemos empezar un nuevo día, algo más felices, sabiendo más y amando más. Es verdad que al principio nos cuesta volver a entrar en el mundo, y estamos un poco hartos de jugar y nos enfadamos con cualquiera que insista en seguir haciéndolo; pero es después de un rato, cuando el corazón se asienta y ha bajado de peso, cuando podemos empezar a reírnos y a ser felices.

Y es por esto mismo que las personas que están tristes se refugian en los sueños.