Vive homicida
en una red tupida
papel de celofán,
insecto de tantos colores
sin libertad,
nada deja traspasar.
La quiero desprendida,
alas arrancadas,
sin colores,
divertida,
pero viva.
sábado, 7 de diciembre de 2013
martes, 12 de noviembre de 2013
Soñar
Dormir es desprenderse de
todo lo que pesa. En primer lugar, se deja atrás el cuerpo, que
súbitamente deja de doler. El cuerpo pasa a levitar y, al no estar
en contacto con la Tierra, ya no nos hace sufrir.
En segundo lugar, y más
importante, los guardianes del sueño nos quitan algo más. Con sus
manos imperceptibles sujetan fuertemente nuestras ideas y nuestras
emociones, sobre todo las más fuertes, y las arrancan de cuajo. Es
sólo así que podemos descansar.
Porque sí, hay unos
guardianes del sueño, que son los que cuidan de nosotros mientras
dormimos. Como recompensa, tienen permiso para jugar con nuestras
ideas y nuestras emociones. Y las hacen bailar como pelotas de
colores rellenas de arroz, las intercambian unos con otros, las hacen
volar. Ésta es la razón de que las ideas de unos y otros
evolucionen, porque al frotarse entre ellas surge el amor entre las
ideas, la sinergia. Las ideas se ponen a charlar mientras dormimos,
se enfrentan, se pelean, discuten y se reconcilian. Así es como a
una persona que vive en Nueva York se le puede ocurrir lo mismo que a
una persona que vive en Cabo Verde. Así es como acabamos inventando
palabras como “humanidad”. Cómo los inventores inventaron
inventos sin haber conocido personalmente a inventores que inventaron
inventos antes. Así es como dos personas que viven muy lejos, o que
nunca han llegado a conocerse, pueden seguir queriéndose.
Al jugar con las
emociones y las ideas más fuertes, las que escondemos en vigilia por
temor a manifestarlas, salen a flote las combinaciones más
imaginativas, crueles y extrañas, por puro azar. Cualquier cosa
puede suceder en los sueños; los sueños son siempre fantásticos.
Soñar es el único y verdadero refugio, donde podemos compartir todo
aquello que no nos atrevemos a mostrar, porque siempre podemos culpar
a los guardianes por haber mezclado mal las piezas. Soñar nos
permite ser humanos, nos permite expulsar las cosas más fuertes que
tenemos y mostrárselas a los demás soñadores sin excusas; soñar
es sinónimo de sinceridad.
Cuando los guardianes,
que con mucho gusto asumen nuestra vergüenza y toleran que los
acusemos de traviesos, se cansan de jugar, entonces se apresuran a
devolver las ideas a sus sitios, a las cabezas y corazones, pero con
menos peso que antes: ideas cansadas y sosegadas, como niños después
de jugar todo el día.
Ya no son las mismas
ideas de antes, porque están marcadas por el roce con otras ideas.
Son ideas más tranquilas, son ideas de amor y paz, de
imprecipitación, de calma y tolerancia, de observación. Es por esto
que el tiempo que empieza después del sueño se llama experiencia,
inteligencia, y de tantas otras formas.
Así, con menos peso, es
como podemos empezar un nuevo día, algo más felices, sabiendo más
y amando más. Es verdad que al principio nos cuesta volver a entrar
en el mundo, y estamos un poco hartos de jugar y nos enfadamos con
cualquiera que insista en seguir haciéndolo; pero es después de un
rato, cuando el corazón se asienta y ha bajado de peso, cuando
podemos empezar a reírnos y a ser felices.
Y es por esto mismo
que las personas que están tristes se refugian en los sueños.
viernes, 4 de octubre de 2013
She works
I like the way she works.
I love to see her working, because she can't see me when I do. She
works with patience, she works in silence, her gaze staring at the
spinning wheel. There is nothing else in her life, but her work is
not slavery, it's an effort to clean herself, to become better, to
deserve what she desires. She's worthy, she deserves the best, she
gets her hands dirty but doesn't need to pray with them.
I'm sure someday she will
reach happiness. She's more like a steady spider, with so many
hard-working hands and eyes, who weaves her web only some inches
above the ground in hope to catch a falling star in it: her unique
and true desire, because her happiness is only in herself.
martes, 24 de septiembre de 2013
Los almendros
Los almendros están
separados unos de otros unas decenas de pasos; pero para ellos, que
están anclados al suelo, es una distancia infinita. Nunca pueden los
almendros tocarse, nunca caminar ni estrecharse las manos.
Por esto los almendros
decidieron crecer hacia arriba, porque no pueden hacerlo hacia los
lados. Apuntan al cielo para dar lo mejor de sí.
Se criaron en tierra seca
y aún así florecen con luces blancas. Dan frutos ásperos y duros
como la tierra, que sólo pueden saborear los que más insisten.
Pero si esos frutos no
son recogidos, cuesta que caigan, y los almendros no pueden crecer
más alto, florecer más blanco y dar más frutos al año siguiente.
Creo que la vida es como
los almendros: estar siempre solo, anhelando aquello que vemos tan
próximo, pero inalcanzable; es dar lo mejor de sí en soledad,
intentando ser feliz sin más que el sueño de crecer; es dar a los
demás lo que se tiene, pero si uno no puede dar a los demás aunque
lo desee con todas sus ramas, crecer deviene imposible.
domingo, 30 de junio de 2013
De película
He visto cómo cuidas tu
casa. Proteges a tus hijas, rechazas a los hombres, pides los
préstamos, echas a los pedigüeños. Te ulceras por un pedazo de
pan, tramas y matas y lo justificas. Te mueres de inteligencia, y
eres buena, y desde los tobillos hasta tan alta tu frente te devora
el orgullo, tan despacio, pero implacable como tú.
Eres la protagonista de
una historia atroz, eres una matanza con arsénico, eres una musa de
Tarantino, eres Scarlett O'Hara y la tierra roja de Tara.
Y yo soy igual. Yo el
conde de Albrit, tú la condesa. Somos más orgullosos que buenos.
Somos un hombre y una mujer excepcionales, los que luchamos por el
pan pero no por el amor. Somos los que no toleramos un desprecio, los
que no nos rebajamos, los que morimos de pie. Hay algo de placentero
en el desprecio de los que nos hacen daño, y eso nos une.
Pero eso mismo nos
separa. El orgullo. La soledad es para los dos un común placer, pero
su disfrute no puede ser compartido por soledad. Mi casa y los míos,
tu casa y tus hijas, tu ajuar, tu tierra roja. Eso es lo que nos da
nuestra fuerza. Sé que nos queremos tanto que no estamos hechos el
uno para el otro.
Y casi diría, querida, que me importa un bledo.
sábado, 22 de junio de 2013
Sencilla
Eres, en realidad, tan sencilla.
Eres un simple viaje,
agarrada a mi espalda,
surcando los vientos,
meciendo la mano
por océanos de trigo,
sonando canciones,
hablando guitarras,
oliendo tu pelo,
mirando tus pecas
que no dicen nada.
lunes, 13 de mayo de 2013
Historias de hospital
Hay lugares que necesitan
una historia. Siempre, desde que soy dueño de las cosas que siento,
he querido cuidar a alguien en un hospital. Pero no a alguien
cualquiera, sino a una persona especial. De la misma forma, he
deseado que me cuidaran a mí esas personas, junto a la cama de un
hospital.
Las camas son los lugares
donde se cuentan las historias. A los niños se les explican los
cuentos en las camas. En las camas se postran los enfermos, y en la
cama se dice al ser querido “me equivoqué, lo siento” y se
acepta sin ninguna reprimenda, sólo con una inconcebible tristeza
permisiva y amable. Las historias de cama suelen ser, por ello,
tristes, pero lo importante no es su contenido, sino el mero hecho de
tener a alguien a quien contárselas.
A veces ni siquiera se
cuenta historia alguna. Lo único que uno desea es tener a alguien
somnoliento a su lado, o sufridor, que comprenda que se necesita
compañía. Una compañía sutil, no de hablar, ni siquiera de
escuchar, sino una compañía de estar, sin palabra alguna,
silenciosa, ni siquiera comprensiva, sino incuestionadora.
Espero algún día
romperme el brazo para que vengas. No para llamar la atención, sino
para no discutir. La convalecencia no admite preguntas. Hace poco te
llamé porque me operaban de apendicitis, y todavía no tengo claro si
apareciste. Sólo espero que alguien me cuente su historia
silenciosa, o que escuche la mía, pero sin historias soy tan mortal
como un hada sin palmas o canicas, más muerto que la enfermedad que
me postra.
domingo, 27 de enero de 2013
El vuelo de Ícaro
Sé que hay muchas cosas
que no pudiste hacer. Ver todas las películas que ha hecho el
hombre, viajar a todos los países antes de que sus fronteras
cambien, para tener que volverlo a hacer. Acostarte con miles de
mujeres, porque cada una sabe distinto. Probar todas las bebidas,
tirarse en paracaídas. Jugar, aprender, divertirse. Ver mi nueva
casa. Conocer a mi última chica. Alegrarte por mi última matrícula.
Verme conducir, o subirme a un escenario. Verme cantar. Montar en
bicicleta juntos. Ir de excursión.
Hace un tiempo me dije
que no dejaría de hacer cosas nuevas, cosas que, sobre todo, me
dieran miedo. Tú me has hecho ver que no me queda tiempo, que ha
empezado la cuenta atrás. He retomado las ganas de volar, y me he
reforzado las alas con barro cocido. Quiero hacer todas esas cosas
que tú no pudiste hacer. Volaré alto, como te dije, hasta que
llegue al sol. Como aquel poeta muerto, viviré.
Y así moriré, habiendo
vivido, estrellando mi imaginación contra el suelo, rompiéndola por
fin, rompiendo mi caja, esparciendo mis ideas, desfigurado, pero
habiendo vivido con tu recuerdo.
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