lunes, 27 de noviembre de 2017

Una roca cualquiera

En lo más profundo,
cubierta de roca,
reposan mi boca
y mi yo mudo.

Viaje al corazón del pecho oprimido
por el peso del mundo,
con venas de magma
y palabras de enigma.

Sepultado por temores,
toneladas de mineral,
mi silencio cruje
bajo presión descomunal.

Palabras de amor,
caviladas lustros,
esperan el temblor
para romper el pulcro.

Roca, sólo son
palabras aplastadas
con formas de fuego
y lágrima diamantina.

Roca, son sólo
recuerdos puros,
deseos seguros,
propósitos sólidos.

Fantasías de cera,
cuerpos fundidos,
volcanes congelados,
grafito y carbono.

Inescrutable ruido humano
calla a los cimientos:
el amor olvidado,
omnipresente el miedo.

El día que erupte mi voz,
temblará la Tierra:
ni yo soy el centro del mundo,
ni tú una roca cualquiera.

domingo, 25 de junio de 2017

Peces

Et construiria.
Si estigués ben fet, si no fós proscrit.
Et faria de peces noves.

T'esbucaria.
Te tornaria a començar,
com es torna a començar
una muntanya conquerida
per un camí equivocat.

Et posaria peces d'altres,
que no són teves,
però que m'agraden.

Et posaria, per exemple,
uns ulls que em mirassin.
No s'últim model,
bastarien es que ja duies fa uns anys,
que pareixien romputs de sempre mirar es mateix lloc,
sa casa que jo era per a tu.

Et construiria, tota de nova.
Et posaria una mica més de ràbia,
de sa que serveix per canviar el món,
et pujaria es volum de sa teva veu
per maleir es qui deixen morir nins al mar.

Et construiria, si estigués ben fet,
si no fós proscrit,
si no fós una maleïda eugenèsia mal dita romàntica.

T'esbucaria sa vergonya i et cosiria ales
per a que fugissis de jo, més ràpid,
i assaborissis aires de llibertat,
sense homes presos de ses seves creacions.

Si estigués bé edificar-te,
series sa meva Frankenstein.
Començaria per sa meva costella torta,
sa de mirar sempre cap a terra.

Ho faria si no fós delicte contra sa llibertat.
Si no pogués sofrir ses teves peces rovellades.
Si no t'estimàs, ho faria.
A qui vull enganar? Pura fantasia.

jueves, 24 de julio de 2014

Collage d'estiu

Era una persona triste. Era especialmente gris. Y, sin embargo, no dejaba de preguntarse cosas. Era curioso, porque él siempre había creído que las ideas tenían colores, y que tenerlas todas juntas a la vez en la cabeza construiría algo hermoso. Pero lo que había sucedido es que, de tanto mezclar, ya no sabía ni dónde estaba el pigmento y la mezcla era sólo gris.

Gris era su trabajo. Por un lado, pensaba que ayudar a los demás a costa de uno mismo (la única forma de ver su trabajo con cierta aprobación) sería bonito, pero por otro pensaba que renunciaba a tantas otras cosas en la vida. Era como si trabajase para que los demás fueran felices a su costa: podrían dedicarse al arte, a leer, a la música, a cocinar, a actuar, a viajar... En cambio, él era sólo la red de seguridad, era el que engrasaba las vidas. Era un trabajo lleno de gris. De hecho, todos los que lo hacían iban vestidos de gris. A veces se ponía una corbata roja, como una chispa de vida buscando auxilio, pero pocos clientes le reconocían como a alguien diferente. En cambio, sus jefes enseguida le condenaban, como dándole la razón a la parte triste de su alma, “no eres tú lo rojo de la vida, trabajas para que los demás lo sean”. Su trabajo le hacía sentir mal porque no se basaba en algo real, sino que era especulativo: los hombres grises hablaban de cosas que no existían y se ponían de acuerdo sobre ellas. Y, en cambio, le pagaban bien y la gente se lo agradecía. Sin embargo, él tenía la sensación de que les estaba robando, de que cualquiera podría hacerlo igual de bien. Aunque eso no era cierto; poco a poco se había ido convenciendo (quizá porque no sabía hacer otra cosa) de que era un buen vendedor de ideas.

Pensaba hasta cuando se lavaba los dientes. Se atascaba en cada recoveco; se preguntaba, siempre que se arreglaba, se lavaba la cara, se afeitaba o hacía ejercicio, si lo hacía por él mismo, o por agradar a los demás, o por su trabajo. Al final, todos creían que era presumido, pero es que pensaba cualquier cosa que hacía y por eso tardaba una eternidad en llegar a cualquier parte.

Pensaba sobre todo que estaba solo. Pensaba que nadie le entendía, y que aunque buscase jamás encontraría a alguien que le entendiera. A veces pensaba en ella y sólo deseaba ver Saber y Ganar hasta el ocaso de los tiempos, hasta que fueran viejos y ya se supieran todas las respuestas. A veces pensaba en el suicidio anómico, en si realmente había alguien que le necesitaba, o si podía marcharse a otro sitio donde mezclar ideas hasta ahogarse no se convirtiera en un empacho gris, sino en una liviana felicidad luminosa. A veces pensaba en dejar su trabajo, en dejar de ser él haciendo cosas que él jamás haría, y mil cosas más. Pensaba sobre todo que la gente le aburría, que ya no era necesario molestarse en conocer a nadie, que sólo para poner al día sobre sí mismo a cualquier persona harían falta por lo menos unas cuantas semanas, y que no valía la pena ni siquiera intentarlo. Le hubiera gustado que las personas vinieran ya hechas, como salidas del horno, que pudiera mezclar como colores a todas las personas que conocía y hacerse una con la que hacerlo todo, que le entendiese desde ya. Sabía que al estar tan lleno de ideas, todas eran contradictorias, que no podía afirmar nada ni desdecir nada. Había dejado de hablar por no cometer errores, y tenía ganas de morirse porque sabía que no existía nada perfecto, pero hasta esa misma idea era perfecta. Se había convencido de que era único, de que forzosamente debía ser interesante aunque no estuviera lleno más que de aire, de proyectos sin forma, de cosas que no podía empezar; sabía que hasta eso podía crear interés en alguien, siempre que no fuera él mismo. Su psiquiatra no entendía nada de lo que le decía, pero le perseguía obsesivamente, como si fuera un curioso animal, exótico, ermitaño, una revolución científica.

Y a veces, sobre todo, veía su muerte y sabía que no moriría de pena, sino de confusión.

domingo, 15 de junio de 2014

El plan

Ella no lo sabía, pero él tenía un plan. Cuando volviera a verla, ya no sería el mismo. Habría vivido más, habría hecho más cosas, habría aprovechado el tiempo. Se escondería de ella hasta que estuviese preparado, jamás le contaría nada de sus progresos. Quería que ella le prestase atención, que al verlo se acordase del simpático y triste chico de antes, pero que se quedara impresionada al verlo aparecer con una enorme, sutil y amable aura de sabiduría. Soñaba con invitarla a un café y regalarle una flor con su primer sueldo; explicarle humildemente sus pequeños pero constantes triunfos. Soñaba con el reencuentro, él vestido con un traje de pobres, presentarse como un pequeño señor que se había ganado todo lo que tenía. Soñaba con su sonrisa, y su plan, que tantos años y esfuerzos le costaría realizar, tenía sólo ese fin.

Pero también le preocupaba que el café nunca llegase. Sobre todo, le preocupaba que el resultado no dependiese de él. Que por mucho esfuerzo que hiciera, ella nunca quisiera verlo de nuevo. Que jamás volviera a sonreírle. Que estuviera haciendo cosas no por sí mismo, sino por un fugaz deseo. Que el amor cambiase durante el tiempo, que lo llamaran química, capricho, ingenuidad o sexo, que él sólo fuese un actor en una película de guión impasible.

Pero entonces pensaba que, al menos, recorrería camino, y que la sonrisa de ella era la idea que más le gustaba.

martes, 15 de abril de 2014

A mi estrella

Ya lo entendí. Ya te encontré. Te reflejas en los rostros de las mujeres. Sin ser una de ellas, eres más que ellas. Eres una idea, un pensamiento, una algarabía. Eres una luz inalcanzable, inasible, a tres mil años de viaje de mí. Eres la combinación de todas sus miradas.

A veces te veía en una de ellas, y te perseguía. Ahora sé que eres fugaz, que apareces en la punta de su nariz, y te fugas. Sé que lo haces por mí, para que, buscándote, olvide la vida de plomo.

Sé que tu fantasía me mantiene vivo. Sé que me acusan de soñador, de hablar con vientos, nubes y estrellas, como si fuera el crimen de un ermitaño.

No importa. Afuera de mi casa tengo flores, sembradas en el campo como a ellas les gusta estar. Un día, mientras las esté regando, sé que volverás a posarte liviana sobre una de ellas. Entonces le diré que ha vuelto mi estrella.

sábado, 29 de marzo de 2014

Tu casa

Me gustaría ser tu casa.
Nada más que tu refugio.
El sillón que abraza tus músculos cansados.

Me gustaría ser tu abrazo.
Las paredes que tienen ojos, pero no hablan.
Me gustaría ser tus muros.

Me gustaría ser tu inmueble
para no seguirte jamás,
sólo esperarte.

Me gustaría ser el inicio de tus viajes
y el final de tus problemas,
pero no estar nunca en medio.

Me gustaría ser tu alfombra,
tu mascota, tu cama, tu candil.
Todo aquello que te recibe con alegría,
sin preguntarte dónde has estado.

Me gustaría ser tu valor,
tu espina.
Me gustaría ver tus ratos,
sobre todo los tristes.

Me gustaría sólo dar,
ser tu despensa, tu cocina.
Ser el lugar de tu paz,
ser tu hogar, tu chimenea.

Ser el fuego cuando el tuyo se apague.
Ser tu incienso, tus sales de baño.
Ser el amor, incombustible.
Esperar mi ruina
cuidándote.

domingo, 23 de marzo de 2014

Mi estanque

Es imperceptible.
Vive
en un mundo
entre lienzo y bastidor.

Es la que espera
entre las cortinas de un parpadeo.
Es el pie desconocido
que mora bajo las mesas.

Es una línea de luz
en el horizonte blanco,
sin curvas nerviosas
ni cambios.

Es el suspiro
entre dos comas,
es un mundo desconocido.

Siempre está,
me escribe entre líneas,
ni se la ve
ni desaparece.

Es un estanque
que no se refleja,
es sólo todo para alguien.

Me escucha y me sigue,
me cuida
sin por qué ni cómo.

Es un mundo escondido
de paz infinita.

Es mi persona
preferida.