Ya lo entendí. Ya te encontré. Te reflejas en los rostros de las mujeres. Sin ser una de ellas, eres más que ellas. Eres una idea, un pensamiento, una algarabía. Eres una luz inalcanzable, inasible, a tres mil años de viaje de mí. Eres la combinación de todas sus miradas.
A veces te veía en una de ellas, y te perseguía. Ahora sé que eres fugaz, que apareces en la punta de su nariz, y te fugas. Sé que lo haces por mí, para que, buscándote, olvide la vida de plomo.
Sé que tu fantasía me mantiene vivo. Sé que me acusan de soñador, de hablar con vientos, nubes y estrellas, como si fuera el crimen de un ermitaño.
No importa. Afuera de mi casa tengo flores, sembradas en el campo como a ellas les gusta estar. Un día, mientras las esté regando, sé que volverás a posarte liviana sobre una de ellas. Entonces le diré que ha vuelto mi estrella.
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