Nunca he leído a
Hemingway. Da igual, porque El lobo estepario es de Hermann Hesse. He
leído a Hesse, pero no he leído El lobo estepario.
La imagen que tengo de
Hemingway está totalmente distorsionada por Woody Allen y su
Midnight in Paris, y el título de la obra de Hesse se adapta
perfectamente a esa visión.
Es curioso ver cómo las
personas creen que escapan a todo tipo de condicionamiento social.
Por un momento, parece que pueden hacer lo que les plazca, que las
ideas que tienen siempre son propias y que sus comportamientos son
inteligentes o, más que inteligentes, razonados e idóneos para las
circunstancias que padecen.
Nada más lejos de la
realidad. Los comportamientos de las personas son, de forma natural,
exageradamente hipócritas, defensivos por supervivencia, socialmente
impuestos. Son, las personas, seres llenos de defectos asquerosos,
bajezas de todo tipo y miserias que, mediante alguna u otra
estratagema psicológica, se niegan a combatir. Dos personas que
realizan una tarea conjunta no tardan en resaltar cualquier fallo con
tal de afirmarse superiores al compañero, con tal de conservar su
autoestima, con tal de tapar la inutilidad que todo ser humano
ostenta por defecto. Los saludos a cuasiconocidos son falsos, los
saludos a conocidos son falsos, las preguntas por el estado anímico
de los demás son falsas (¿a quién le importa cómo está otra
persona?) y las respuestas no pueden ser otra cosa que, obviamente,
falsas. ¿Quién afirmaría debilidad ante el conjunto social? ¿Con
qué propósito? ¿Acaso hoy todavía alguien cree que la muestra de
debilidad redundará en una preocupación de los demás por él
mismo? Son las personas más cercanas las que más diestro apuñalan
la autoestima de uno; ese conocimiento del allegado que, en vez de
ser usado para aliviar y sanar, se utiliza para demostrarse superior.
Es el ser humano, por defecto, y nunca se podrá decir mejor 'por
defecto', sádico; asesino de insectos siempre con previa tortura,
arrancando patas y alas sólo por placer, sólo por la oportunidad
presente, sólo por la diferencia de tamaño y poder; es ingenuo, se
cree auténtico, solitario, presente, ignorante de las innumerables
generaciones pasadas, de las formas de opresión dominantes, como el
machismo, que lo impregnan todo.
Hasta la rebeldía es
falsa, es una moda, una corriente social; ¿es la identificación con
una idea política seguida por un numeroso grupo de personas (y
siendo uno, el grupo es siempre numeroso) una auténtica novedad? ¿Se
puede ser rebelde sin innovación? No, no se puede; hasta los deseos
de libertad son falsos, ni un solo hombre se aventuraría a una
libertad total, sin la dirección del grupo social, sin la comodidad
de someterse a sus designios, sin la supervivencia obtenida por el
acomodo del pensar.
Es asqueroso percibir la
asquerosidad, esta verdadera inteligencia, la de, sin temor alguno,
ver de qué pie cojea cada ser humano. La verdadera inteligencia es
inteligencia social, y la verdadera inteligencia es también un falso
don, una verdadera maldición. Es comprender la miseria un sendero
que permite escapar de lo miserable, pero siempre a costa de hacerlo
solo, como un lobo expulsado y lacerado por la manada, hacia la
estepa, huyendo del hastío del juego social en el que ya se pueden
ver las marcas en las cartas.
Está la virtud, pienso,
en los animales. En el egoísmo. Son todos los animales egoístas por
umbral. Matan y asesinan hasta cubrir sus necesidades básicas y,
entonces, se convierten en el mejor amigo del hombre. Nunca son los
animales hipócritas; sólo se les podrá criticar su egoísmo de
Maslow, pero no el operar como es contrario a sus verdaderas
pasiones.
Puedo tolerar un egoísmo
animal, pero no la hipocresía. Me exige demasiado esfuerzo mentir,
mucho más que pensar, al contrario que para el grueso de los seres
humanos. Me gustaría encontrar a personas que se comportasen como
animales, superhombres, personas con sus propios valores forjados en
periodo de entreguerras, como Demian, como Marv de Sin City, del que
se dice que su verdadero lugar no está en un bar observando
maníacamente a las bailarinas, sino en un campo de batalla con dos
hachas en sus manos, decapitando a sus enemigos. Personas forjadas en
este tiempo de crisis. Violencia, decisión, verdad, individualismo y
amor; esta vez sí, auténtico.