Los poemas deben
escribirse en cuanto se piensan. La máxima nulla dies sine linea
no expresa una cuestión de perfeccionamiento, académica, sino de
improrrogable, primordial, imperiosa e ineludible supervivencia.
Tus
poemas no sobrevivirán al paso del día. El poema depende de tus
concretas circunstancias de pensamiento, cambiante según nimiedades
como el tráfico, tu estado anímico, el clima, tu percepción de la
luz y del tiempo. Desde el mismo momento en que se te ocurren están
moribundos, esperando el remedio que sólo puede darles tu trazo en
un papel. Si no se lo das, ten por seguro que morirán en ti.